martes, 15 de enero de 2019

Mejorada y su cerdo de San Antón

Es justo empezar esta entrada con el tan conocido refrán que dice: "A todo cerdo le llega su San Antón".

Guarrillo entrante presentado a san Antón.
Fuente: Libro de las Fiestas de Mejorada (2000).

Hace unos días, hablando con gentes de Mejorada, sobre la llegada del santo patrón de los animales, salió el tema de aquel cerdo que hasta no hace muchos años recorría las calles mejoreñas.

Dicha tradición, casi perdida u olvidada, originalmente consistía en que entre todos los vecinos del pueblo se alimentaba un marrano de San Antón a San Antón, es decir durante un año entero. Para finalmente ser entregado a la familia con menos recursos del pueblo para que hiciese efectivo lo que recita este otro dicho: "Del cerdo se aprovechan hasta los andares". Aunque en los últimos años, no sé si por la bonanza económica, se sorteaba entre los distintos vecinos de nuestra villa.

En una de las partes de la conversación sobre el tema del cochino con uno de mis familiares, este me contó una vivencia con la que disfruté bastante:
"Estaba buscando a una de mis amigas en su casa. Llamé a su puerta y ella me abrió. Entré y dejamos la puerta entornada, pues en unos minutos íbamos a abandonar la casa para salir a la calle. Durante ese poco tiempo, cuando nos quisimos dar cuenta, nos encontramos con un cerdo en medio del pasillo. Corrimos despavoridas hacia el salón e intentamos cerrar la puerta para estar a salvo pero casi no pudimos porque el cerdo ejercía fuerza en nuestra contra con la intención de entrar. Al final conseguimos cerrar la puerta. Gritamos pidiendo ayuda lo más alto que pudimos, pues en casa de mi amiga no había nadie. Por suerte, unos vecinos que pasaban por la calle nos oyeron y sacaron al cerdo de la casa. Lo máximo que lamentamos fue una maceta rota y algún que otro desperfecto sin importancia. Ahora que lo cuento me parto de risa pero ese día tuvimos un buen susto".
Marrano saliente con su nuevo dueño.
Fuente: Libro de las Fiestas de Mejorada (2015).

En la actualidad, yo desconozco el motivo por el cuál esta costumbre se disipó de la vida cotidiana de Mejorada, quizás fuese por la falta de participación -una de las mayores lacras que conllevan a la desaparición de las tradiciones- o simplemente por cambiar la rutina.

Para finalizar, no sé como tacharía la sociedad actual esta tradición, algo como el bienestar del animal no es el adecuado o algo por el estilo. Pero hago pensar al lector:
¿Cómo podría tener el bienestar óptimo este cerdo: campando a sus anchas al aire libre o encerrado?
Que cada uno madure sus propias opiniones y se haga sus cábalas lo mejor que pueda.

Disfrutad de San Antón, de su cochino y de todos los animales, pues muchos de ellos forman parte de nuestra vida.

¡VIVA MEJORADA!
¡VIVA SAN ANTÓN!
¡VIVA SU CERDO!
¡VIVAN SUS ANIMALES!

Detalle de San Antón y su cerdo.
Escultura presente en la parroquia municipal.
Fuente: Patricia Recuero.
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Agradecimientos

Doy a las gracias a Javier del Pino, Patricia Recuero y Juanjo Sánchez por su labor fotográfica en esta entrada.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Mejorada (IV): La Memoria Histórica en las calles (I)

A finales de la década de los años 30 del siglo pasado España vivía uno de los episodios más devastadores de su historia: La Guerra Civil Española. Es por ello, y con ánimo de realzar la victoria del bando nacional, el régimen franquista decidió suprimir el nombre de varios de los componentes del callejero municipal de mucho pueblos, entre ellos Mejorada, y asignar un nuevo apelativo con momentos o personalidades de este episodio.

Corría el año 2007, y en sus días finales se publica la mediática Ley de Memoria Historia que, entre otras cosas, señalaba que se debía eliminar toda alegoría o simbología que hiciese referencia a La Guerra Civil Española y al Franquismo, con ello queda incluido el nombre de las calles.

Recordando la ultima frase de un antiguo post en el que recorríamos la evolución del nombre de las calles de nuestro pueblo: "¿Sufrirá nuestro callejero alguna variación más en el futuro? El tiempo lo dirá.", y tomando como referencia el acuerdo de Pleno del Ayuntamiento de Mejorada celebrado a finales de julio de 2017 se presenta una síntesis de la evolución de las calles que han sido objeto de modificación en su denominación:

Síntesis evolutiva de los nombres de las calles afectadas por la Memoria Histórica.
Fuente: Elaboración propia a partir de IGN, Google Maps y Pleno de Ayto. Mejorada 28/07/2017.

Tal y como se aprecia en la tabla anterior, la Calle del Rayo (en azul) vuelve a ser la misma. Sin embargo, el Recodo de la Fanela y la Calle de la Huerta (en naranja) cambian de nombre. Y al final de la tabla hay dos casos (en verde) de los que no se tiene dato en 1883.

Estos cambios han suscitado inquietud entre los mejoreños ya que no hace mucho recibieron una carta en la que se comunicaba el cambio de nombre de su calle. En es sentido es algo faenoso el cambiar todas las direcciones que por la nueva, sobretodo si el vecino que lo tiene que cambiar es ya mayor. Al fin y al cabo sólo se está haciendo cumplir la ley.

Pronto veremos los cambios de las placas de cerámica talaverana que nos indican en que calle estamos, por ahora solo nos queda esperar.

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Fuentes consultadas:
  1. Centro de Descargas del CNIG. Planos de Edificios (http://centrodedescargas.cnig.es/CentroDescargas/buscadorCatalogo.do?codFamilia=PLEDI). [Consulta: 20/09/2018].
  2. Pleno de del Ayuntamiento de Mejorada del 28 de julio de 2017. (http://www.senado.es/web/expedientappendixblobservlet?legis=12&id1=117434&id2=1). [Consulta: 20/09/2018].
  3. Callejero de Mejorada en Google Maps. (https://www.google.es/maps/place/45622+Mejorada,+Toledo/@40.0093059,-4.8933293,15z/data=!3m1!4b1!4m5!3m4!1s0xd401ad05f8a6357:0x41b33e7036e92f09!8m2!3d40.0092529!4d-4.8857793). [Consulta: 20/09/2018].

lunes, 10 de septiembre de 2018

Muestra personal (II)

DON MATÍAS ARAGÓN GÓMEZ, ILUSTRE DOCTOR DE LA VILLA DE MEJORADA
(por Teófilo Aragón Gerónimo)


Recuerdo que mi abuelo Matías me contaba que pronto se quedó sin madre y hermano, Teresa y Julián creo que se llamaban, por culpa de la enfermedad azul y que su padre Roque, gran artesano del calzado, hizo lo que tuvo en su mano para criarle y costearle sus estudios de medicina en Madrid.

Al morir su padre, de unos fuertes dolores en el pecho, paso a vivir con su abuela Alfonsa en un caserón en la Calle de la Fragua, donde instaló su consultorio médico en el que atendía a todos sus vecinos. Pronto contrató a una moza del pueblo que había cursado alguna lección de enfermería en Talavera, su nombre era Sancha; a parte de enfermera hacía las labores propias de una secretaria. Al pasar tanto tiempo juntos en el consultorio se acabaron enamorando, y al poco se convirtió en mi abuela.

Tuvieron cinco hijos, de los cuales Adrián, mi padre, ocupaba el lugar central. Mayores que él eran dos hermanas, Avelina y Marina, y más pequeños que él los gemelos, Víctor y Carlos. Mi padre y mis tíos eran muy aficionados a la caza, pero el día de la montería de San Huberto -patrono de los cazadores- que anualmente se celebraba; mí tío Víctor tuvo un final que nadie esperaba, fue embestido por un viejo macareno al que acechaba, la bestia le dejo tal golpe en la cabeza que no volvió a levantarse del suelo. Un duro trance del que la familia nunca se recuperó del todo.

Mi abuelo siempre me contaba historias sobre su convivencia con los vecinos. Con la que más me reía, decía:

“Un día, Gervasio el carbonero, volvía al pueblo en estado de embriaguez por el camino de Segurilla. En su vuelta a Mejorada quedó enganchado a una zarza durante toda la noche hasta que mi abuelo de madrugada se topó con él en su camino al pueblo vecino para atender un parto. Al llegar a su altura le pregunto: ‘Buenos días Gervasio, ¿qué haces?’; y él le contestó: ‘Ipp… Hola don Mateo, ipp… aquí ando diciendo ipp… a este hombre ipp… que me tengo que ir a casa ipp… y el tío no quiere soltarme ipp… ¡Dígale usted algo! Por favor ipp…’”
Nuestras carcajadas, acompañaban de lágrimas de risa, nos duraban largos minutos y al final de las risas nos dolían los carrillos de todo el esfuerzo hecho.

Tras la vendimia del año que cumplí los quince, mi abuelo se convirtió en padre, ya que el hombre que me dio la vida fue aplastado por el mulo en que iba montado con la uva, tras un tropiezo del maldito animal. Mi abuelo ya había perdido a dos de sus cinco hijos.

Mis otros tres tíos jamás se casaron, por lo que yo era la alegría de la casona. Fue a partir de ese momento cuando mi abuelo comenzó a llevarme al consultorio y así nació mi curiosidad por la medicina de la que tanto había oído hablar en la familia.

Con dieciocho años, mi abuelo me mando con Tomás López Valbuena, un buen amigo suyo de Santander, para estudiar medicina. Allí estuve durante ocho años perfeccionando mi técnica hasta que un día antes de Pascua, llegó una carta en la que se recibí la fatal noticia de que Don Matías estaba postrado en su cama agonizante. Llegué lo más rápido que pude a la casona, pero él ya no conocía a nadie, estaba ausente y se asusto al verme. Al cabo de unas horas junto a su cama, me cogió la mano y balbuceó mi nombre. Yo, con los ojos cristalinos a punto de romper a llorar, le miré, volvió a murmurar mi nombre, exhaló su último aliento y nos dejó.

La pérdida de mi abuelo suscitó gran apenamiento entre los vecinos que el alcalde declaró dos días de luto oficial. Gracias a mí abuelo muchos de sus vecinos habían sobrevivido al brote de salmonela que diezmó a la población unos años atrás.

Ante tales acontecimientos, yo decidí continuar mi profesión tomando las riendas del legado de mi abuelo atendiendo su consultorio; lo que llevo haciendo hasta el día de hoy ayudado por mi hijo Leandro, que en un futuro se hará cargo él. Así espero.

Autor: Sergio Vázquez Cerro
Consurso: Certamen Literario Juan García de Toledo
Publicación: Libro de las Fiestas 2018, Mejorada (Toledo)

domingo, 11 de febrero de 2018

La Vaquilla (I): ¿pérdida de tradición?

"El aire de la villa de Mejorada olía a pólvora, los pájaros habían sido sustituidos por la cencerrada que los Quintos hacían en sus paseos por las calles y el estallido de la honda del vaquero ponía en alerta los mejoreños. La Vaquilla comenzaba ..."
La entradilla anterior podría ser un buen comienzo para una historia, pero la entrada de hoy no tiene tal objetivo sino hacer reflexionar a todos si una tradición de largo recorrido en la etnografía zorrera se está perdiendo de forma inevitable.

Ayer tuve de nuevo la oportunidad de disfrutar de una de las tradiciones del pueblo, La Vaquilla

Curiosamente que me llamo la atención el salto generacional que había desde la Quinta de 1997 hasta la de 2016, nada menos que 19 quitas, que ya es decir. Detrás de la Quinta del 2016 había un salto generacional de un año y se encontraban los Quintos de este año. Esta montaña rusa generacional se debe a la no participación de las demás quintas, una triste realidad que en los últimos años ha visto como estas quintas se iban descolgando del evento. También por lo que pude observar y lo que comente con alguno de los participantes, las quintas del año sólo participan en su momento y luego no repiten.

Está situación ha preguntarme:
  • ¿Anuncia el fin de esta larga tradición?
  • ¿Las quintas no repiten su participación por dejadez o por "no estar de moda"?
Personalmente, creo que sería una pena que esta tradición caiga en el olvido por simples estereotipos sociales y generacionales.

Participantes de La Vaquilla. Fuente: Sergio Vázquez Cerro (2018).

martes, 19 de diciembre de 2017

Muestra personal (I)

MEMORIAS DE MI PADRE, ROQUE ARAGÓN DE LA PEÑA
(por Matías Aragón Gómez)

Tendría yo la edad de 10 años, cuando un día del otoño de 1752 mi padre, Francisco Aragón Valiente, tuvo la mala fortuna de caer en un profundo sueño bajo la sombra del imponente meco del Ejido, del que nunca volvió a despertar. Así fue como nos dejó a mi madre (Alfonsa de la Peña Flores), a mi hermana Isabel -que dos meses después le acompañaría- y a mí, en este mundo.
Fue entonces cuando mi madre cogió las riendas de los pocos sustentos con los que nos mantenía mi difunto padre: la cría de seda y la venta de leña. En ese tiempo, mi tía materna María, también enviudó y sin más familia que la mía, vino a vivir con nosotros.
            La situación en casa no era muy próspera, ya que entre los diezmos del clero y los derechos que debíamos pagar a la Señora Condesa de Oropesa, a penas nos quedaba algún maravedí para conseguir algo que llevarnos a la boca.
            Al poco de cumplir los 13 años y viendo que la situación en casa no mejoraba, me incorporé -previa mediación de mi madre- como aprendiz de zapatero con mi tío paterno Antonio, ya mayor y sin hijos a los que poder legar su oficio. La etapa de aprendizaje no fue fácil, ya que me tuve que armar de paciencia para soportar las continuas riñas del “jefe” (así llamaba cariñosamente a mi tío) las veces que mi método no le convencía. Con todo y con eso, yo sabía que me quería como al hijo que nunca tuvo y lo hacía por mi bien.
            En el lecho de paso a la otra vida, mi tío me legó su oficio y su zapatería, que no era más cosa que un pequeño taller de piedra tosca y adobe que se encontraba en la esquina de la calle del Rayo con el recodo de la Fanela.
            Los años venideros fueron florecientes para la zapatería, tenía clientela de la más alta alcurnia de la nobleza talaverana. Sin embargo, mi mejor cliente y amigo fue mí vecino Fernando Gómez de Rodrigo, que por aquel momento ostentaba la utilidad de la mina de arena. También hice muy buenas migas con su hija Teresa Gómez Bonilla.
            Corría la primavera de 1769 cuando contraje matrimonio con Teresa, nos mudamos a nuestra nueva casa (que se situaba en la esquina de la calle del Cuerno con la calle de la Amargura) y de esa unión nacieron mis dos amados hijos Matías y Julián, con una diferencia de edad de poco más de un año entre ambos. Recuerdo que los años siguientes fueron de los más felices que recuerdo en mi vida, pero fue en el invierno de 1781 cuando el cólera se llevó a dos de las alegrías que tenía para levantarme cada día: mi hermosa Teresa y mi querido Julián; esto me llevó a pasar largas temporadas en la taberna y al abandono de mi tan boyante negocio.
            Tiempo después, me di cuenta que Matías tenía una mente brillante y decidí invertir lo poco que tenía ahorrado y lo que había conseguido por la venta de la zapatería, en enviarle a la capital a estudiar Medicina. Él fue el único que me dio las fuerzas para no reunirme con mis alegrías perdidas. Y se lo debía por el abandonó que tuve en mis funciones de padre hacia él.
            Mi momento llegaría a la edad de 51 años, en el que recuerdo como en mis momentos previos a que la muerte me llevase, mi hijo, el ya Doctor Don Matías, negaba con la cabeza al lado mi desconsolada madre, mujer que con 70 años estaba más llena de vitalidad que yo. Ese movimiento horizontal de cabeza quizás quería decir que mis dolores de pecho no tenían solución. Y no la hubo.

            Expiré mi último aliento y todo acabó.

Autor: Sergio Vázquez Cerro
Consurso: Certamen Literario Juan García de Toledo
Publicación: Libro de las Fiestas 2017, Mejorada (Toledo)

miércoles, 25 de octubre de 2017

Reflexión personal: acceso al Castillo

El pasado julio salió publicada una noticia en la Cadena Ser en la que se recogía los planes del Ayuntamiento de Mejorada para la adecuación del camino de acceso al Castillo para su mejor acceso ya que a día de hoy se encuentra rodeado por fincas privadas. Hace ya algunos años, unos 10 o 12,  se hicieron unas excavaciones arqueológicas de las que se extrajeron varias piezas y se descubrió el patio central. A día de hoy es una pena ver como algunos árboles destruyen son sus raíces los muros y como un nido de cigüeña, con lo que su peso conlleva, se asienta sobre una de las torres.

Este futuro ensanchamiento permitiría la recuperación y restauración de este monumento que muy pocos apreciamos como en verdad se merece. Recalco en esto porque, no sé si por desconocimiento u otro motivo, en las redes sociales se compararon injustamente los restos del Castillo con un puñado de piedras de forma despectiva y sin ningún sentido, ya que en las partidas presupuestarias de la Comunidad Autónoma se recoge un porcentaje, algo pequeño para mi gusto, para la recuperación y mantenimiento del patrimonio cultural. Este dinero es ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE para este fin y NO se puede dedicar para otros fines como los sociales, que ya tienen su propia partida.

En mi caso, estoy a favor de que esta iniciativa llegue a buen puerto y así poder disfrutar del Castillo de una forma mejor. Ya que si esto no llegase a pasar, una parte importante de nuestro patrimonio podría acabar por desparecer y sería entonces cuando nos arrepentiremos de no haberlo hecho antes.

Y, además, que somos de los pocos pueblo de la comarca que tiene Castillo.

¡Viva Mejorada y su Castillo!

Castillo de Mejorada. Fuente: Castillo del Olvido.

lunes, 23 de octubre de 2017

Las bodas de antaño

Hace algunos años me llamo la atención la fotos de boda de mi abuelos, pues mi abuela estaba vestida de negro. Le pregunte a ella y me confirmo:
"Antes las mujeres que vestían el luto, también lo vestían en su boda. Pero también se casaban mujeres de blanco antes."
Recordando esto y con asesoramiento de mi abuela, decidí hacer un recorrido por la memoria de las bodas que tuvieron lugar en Mejorada hasta pasado los años 50 del siglo XX. Quizás las celebraciones variasen según cada casa pero por regla general seguían un rito parecido al que recogen los siguientes párrafos.

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Las bodas eran, son y seguirán siendo un acontecimiento de importancia en la vida social de los mejoreños. Por ello la entrada de hoy la he querido dedicar a forma de celebración las bodas de antes, que en muchos aspectos similares a las de ahora pero también con alguna que otra diferencia, y que duro hasta la mitad del siglo pasado más o menos.

La costumbre, bien arraigada a día de hoy con alguna excepción, era que se contrajeran nupcias en el pueblo de la novia, independientemente de donde fuera el novio (paisano o forastero), y también instalarse temporal o definitivamente en ese pueblo o como se dice popularmente 'poner la cama'. Y siempre por vía religiosa y sin posibilidad de divorcio, salvo situaciones puntuales.

El 'rito' comenzaba, unas semanas antes del día del casamiento, con la petición de mano o 'la compra de la novia'. En la que los familiares más allegados de los novios elegían a los padrinos de la boda y se repartían 'cucuruchos' (aperitivo que se componía de almendras, bizcocho y tostones).

Las bodas en sí duraban unos cuatro días y no eran muy multitudinarias.

En el primer día, víspera del enlace, se preparaban los animales -como gallinas, pollos, corderos, ovejas, etc.- y se cocinaba parte de los guisos -entre los que había cocido, cuchifrito, caldereta, cachuela, arroz con leche, etc.- que se servirían a los comensales en la jornada siguiente -el día del enlace también se cocinaban parte de los platos-. Además se acondicionaba el lugar de celebración de la boda. Y para alimentar a los cocineros, que en algunas ocasiones eran contratados por las familias más pudiente sino eran los familiares de los futuros cónyuges, se les servía asadura y sangre frita.

Los lugares de celebración de las nupcias solían ser en la casa de los novios o de algunos de sus familiares o en ‘El Frontón’ -ubicado en la confluencia de las actuales Avenida del Príncipe y Calle de los Mártires de Mejorada-.  

El segundo día era la boda, propiamente dicho, o 'día de la enhorabuena'. El acto se celebraba por la mañana. Al principio, los padrinos iban juntos a buscar a los prometidos, primero al novio y luego a la novia. Tras el enlace en la Iglesia, el nuevo matrimonio daba una vuelta por el pueblo en dirección al lugar donde se serviría el banquete y una vez allí se servía el desayuno -que se componía de chocolate y 'cucuruchos'-. Después, los invitados se deleitaban con las especialidades cocinadas y celebraban la alianza con cánticos y música hecha por ellos mismo. Y para finalizar la jornada, los novios disfrutaban de su 'noche de bodas'.

Durante el trascurso del tercer día, se seguía festejando el enlace y se aprovechaba la comida que en la anterior jornada sobró. Se hacían grandes cantidades de comida, haciendo honor al dicho: "más vale que sobre que no falte".

Y el último día o 'él del fregoteo', se limpiaban todos los 'cacharros' usados durante los días de antes y se adecentaba el lugar de la celebración. En Mejorada la costumbre era que los cubiertos los pusiesen las familias de ambos novios; sin embargo, en la vecina Segurilla cada uno de los invitados debía llevar su propio cubierto. Con esto se daba por finalizado el festejo matrimonial.